jueves, 16 de mayo de 2013

I forgive you.

La sala del juicio se encontraba llena aquel día. La gente murmuraba; se movía en su asiento, inquieta, expectantes. Un juicio de violencia doméstica se iba a tratar hoy, y el acusado era un hombre muy respetable en aquella ciudad. Las puertas se abrieron de golpe, creando un silencio sepulcral allí. El niño llevaba su mejor traje, pese a que dejaba a la vista los cardenales y moratones que empequeñecían su cuerpo. La gente lo observó en silencio, deteniéndose en aquellas marcas con tan mal estado, tapándose la boca con horror. Su madre le cogía fuertemente de la mano, infundiéndole todos los ánimos que podía.
El juez, los abogados y el fiscal ya se encontraban allí, puntuales. Y aquel desgraciado que le había robado la sonrisa hace tanto tiempo lloraba ahora. El niño se negó a dedicarle siquiera una mirada.
El niño subió al estrado, se aclaró la garganta y comenzó su historia.
-Volver cada día del colegio daba comienzo a aquel infierno. Mamá abría la puerta y me miraba apenada, y yo ni siquiera la miraba a los ojos, prácticamente corría a mi habitación y me escondía hasta que oía las llaves de casa. Siempre comenzaba a temblar en este punto. Mi padre -en la sala resonó aquel deje irónico- bramaba que se moría de hambre, que se mataba a trabajar para que en su casa nada estuviese hecho, que no había tenido suerte en la vida al casarse con esa inútil; y entonces yo sabía que era el momento en el que tenía que ir al comedor y comer en silencio. Siempre me miraba con el ceño fruncido, como si lo hubiese decepcionado, como si no hiciese lo que debía hacer correctamente. Y mi deber era callar y comer sin mirarle. Cuando me preguntaba por el colegio, respondía un escueto "bien", y entonces comenzaba a gritarme. "¡LO ÚNICO QUE TIENES QUE HACER ES ESTUDIAR Y NO HACES NI ESO! ¡ERES UN NIÑO INÚTIL! ¡ERES LA VERGÜENZA DE ESTA FAMILIA, YO TRABAJANDO MUY DURO PARA DARTE UN FUTURO Y ASÍ ME LO RECOMPENSAS TÚ! ¡JODIDO INÚTIL!" y entonces, me cogía del brazo con dureza y me llevaba al baño. Allí me marcaba su mano una y otra vez en la cara, quejándose una y otra vez de lo que en verdad, era su vida. Llorar no servía de nada. Los días en los que se emborrachaba, no solía ir al colegio al día siguiente; tal vez me llegó a romper algún hueso en algún momento de borrachera, realmente deseo no recordarlo. Me esforzaba por ser el hijo que deseaba, pero nunca era suficiente. Hasta que mamá decidió denunciar. Tenía miedo de que pegase también a mamá, por eso estoy aquí hoy. Señoría, aquel hombre sentado, es culpable."
El niño bajó del estrado y abrazó a su madre mientras rompía a llorar. Había hecho lo correcto.

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