Entre exámenes, trabajos y pocas horas de dormir, llegó el fin de semana. La esperaba apoyado en la pared, con un casquillo colgándole por encima del pecho, con una media sonrisa, tarareando su canción favorita, mientras se tocaba inconscientemente el pelo. Sonrió embobada, hasta que él reparó en su presencia, obsequiándola con una sonrisa mayor. Sintió que enrojecía.
Echaron a andar, compartiendo risas y miradas de complicidad, hablando de tonterías y perdiéndose en la ciudad.
Cuando ya casi caía la tarde, reunió el poco valor que pudo encontrar dentro de ella y se sentó, pidiéndole a él que hiciese lo mismo. Y se lo confesó todo, cerrando los ojos y ocultando la cabeza entre su cabello.
Cuando finalizó, toda respuesta que recibió fue un beso. Y no necesitó nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario