lunes, 12 de marzo de 2012

Indefinido.

Buscó su nombre con la mirada entre aquellas listas de las redes sociales, y un brilló involuntario lució en sus ojos. Estaba conectado, su nombre destacaba entre todos los demás. Se mordió el labio, ¿debía hablarlo? Y si es así, ¿qué le diría? "Hey, hola, estoy enamorada de ti aunque no te lo diré nunca. ¿Qué tal?" Suspiró. Tenía que quedar con él, contarle sus sentimientos y lo que Dios quisiese que pasara. Atravesó sus miedos a duras penas, y comenzó una conversación con él. Finalmente, quedaron el fin de semana. Sabía que se moriría de vergüenza cuando le mirase a la cara, pero ahora no podía echarse atrás, no después de lo mal que lo había pasado.
Entre exámenes, trabajos y pocas horas de dormir, llegó el fin de semana. La esperaba apoyado en la pared, con un casquillo colgándole por encima del pecho, con una media sonrisa, tarareando su canción favorita, mientras se tocaba inconscientemente el pelo. Sonrió embobada, hasta que él reparó en su presencia, obsequiándola con una sonrisa mayor. Sintió que enrojecía.
Echaron a andar, compartiendo risas y miradas de complicidad, hablando de tonterías y perdiéndose en la ciudad. 
Cuando ya casi caía la tarde, reunió el poco valor que pudo encontrar dentro de ella y se sentó, pidiéndole a él  que hiciese lo mismo. Y se lo confesó todo, cerrando los ojos y ocultando la cabeza entre su cabello.
Cuando finalizó, toda respuesta que recibió fue un beso. Y no necesitó nada más. 

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