miércoles, 21 de marzo de 2012

El chico de los tulipanes.

Joseph siempre madrugaba para ir a aquel parque. Sabía que ella pasaría por allí y se sentaría, como hacia todos los días. Fantaseó por el camino. ¿Cómo sería el roce de sus labios? ¿Y el tacto de su pelo? Entre sueños y fantasías, llegó al banco y depositó el tulipán; y acto seguido se fue.
Cuando Alice llegó, cogió el tulipán con cuidado y se lo acercó a las fosas nasales. Sonrió. Tenía ese peculiar olor a él; era único, especial. La reconocería a kilómetros a la redonda, estaba segura. Miró el reloj, se levantó y se fue, aún con el tulipán en la mano.
Todas las mañanas tenía un tulipán esperándola, pero el último tenía una tarjeta. "A las 9 pm aquí. Tengo ganas de conocerte. Yo te encontraré. Fdo: El chico de los tulipanes." Alice sonrió, intentando ocultar a duras penas su emoción. ¡Por fin iba a conocer a su chico misterioso!
Se pasó toda la tarde eligiendo que iba a llevar, enterrando la cama bajo un montón de ropa. Finalmente, se puso un sencillo vestido negro.
Cuando llegó, había un chico guapísimo esperándola con un ramo de tulipanes. El pelo castaño le caía levemente por encima de los ojos, y su amplia sonrisa la empujó también a ella a sonreír. Charlaron, rieron, se abrazaron... Alice nunca olvidaría esa noche, sin duda. Se sentaron en el banco donde siempre él la depositaba un tulipán, la miró a los ojos, la cogió suavemente de la barbilla y la besó. Sin prisa, como si quisiese acordarse de ello toda la vida. Alice correspondió, llena de amor, y supo que lo quería de verdad.
Cuando se tuvo que ir a casa, le pidió volver a encontrarse pronto. Su semblante se entristeció, y con una alegre sonrisa (que sus ojos delataban que era mentira) aceptó la propuesta. Volvió a besarla por última vez, y la dijo que la amaba. Por siempre.
Cuando ya apenas se le veía, no lo soportó más.
-¡Joseph! -gritó, pero su voz no era nada en comparación con el rugido de los coches que aún circulaban por allí-. No te vayas.
Pero entonces unos brazos fuertes la rodearon y notó una respiración contra su cabello.
-No te vayas. -Repitió.
-Estoy aquí, Alice -dijo-. Estoy aquí.

A la mañana siguiente, Alice descubrió apenada que no había un tulipán. Ni al día siguiente. Ni el siguiente. Ni el próximo. Comenzó a investigar poco a poco, y terminó llegando hasta la familia de Joseph. Les preguntó amablemente donde se encontraba Joseph; y ellos, con lágrimas en los ojos, la dijeron que un cáncer le había arrebatado la vida.
Alice echó a correr hasta llegar a su casa, y se rompió. Cayó de rodillas al suelo, y no se molestó en secarse las lágrimas. La costaba asimilar esa información. Había muerto. Su último deseo fue haberla conocido; y por eso su semblante se volvió tan tan triste cuando propuso verse de nuevo, porque sabía que iba a morir.
Cuando se hartó de llorar, buscó en internet el significado de los tulipanes rojos. "Amor eterno." No pudo más, y gritó con todas sus fuerzas.
Y cada mañana, se encargó ella misma de colocar tulipanes en el banco, aunque nadie fuese a recogerlos. En su memoria.
-Espérame, Joseph -murmuró-. Espérame.

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