Recordaba esta sensación. Es la misma que sufrí cuando estuve en coma en el hospital (para ese entonces yo no sabía que me pasaba). Pero ahora había realizado esto voluntariamente para encontrarme con Andy. Pero no lo encontré.
Lentamente, la angustia me carcomía por dentro. ¿Dónde estaba Andy? Me sequé hoscamente las lágrimas de las mejillas con las manos. ¿Lo había vuelto a perder? ¿De nuevo? Deseché rápidamente esa idea, no podía perder algo que realmente nunca tuve. Pero pensé, que, tal vez... podría encontrarle de nuevo, aunque fuese por última vez. Rogué en silencio, sin apenas moverme, pensando que eso me ayudaría a cumplir mi deseo. Nada.
Me levanté, o lo que fuese ese movimiento que realicé, y comencé a andar sin rumbo alguno. No podías decidir en que dirección andar únicamente porque todo lo que se veía era oscuridad. Suspiré y me rendí. Y, de pronto, los arrepentimientos me vinieron rápidamente a la cabeza. ¿Quién en su sano juicio habría hecho lo que yo hice? O mejor dicho, ¿por qué? Nadie me había garantizado que lo fuese a encontrar, prácticamente me lancé a la aventura con los ojos vendados.
Y, de pronto, el viento (vale, me había vuelto rematadamente loca, ¿el viento? ¿en un lugar como aquel?) o lo que quisiera ser, me susurró su nombre. Venía de todas direcciones, en ocasiones se oía más claro y fuerte que todas, pero me dio una fuerza más para seguir luchando entre toda esa oscuridad. No sabía hacía donde estaba corriendo, pero la verdad es que no le prestaba demasiada atención. Sabía donde iba a encontrarlo. Ignoré todas las veces que caí y volví a levantarme, no eran importantes.
Y, de pronto, me paré en seco. Estaba allí, sonriéndome, mirándome directamente a los ojos. Era él, sin duda. Sentí las mejillas húmedas, e intenté moverme hacia él, pero el cuerpo no me respondía. De repente, comenzó a reír; su cantarina risa me provocó la risa a mí también, y allí estuvimos los dos riéndonos. Y, sin apenas darme tiempo para reaccionar, me encontré protegida entre sus brazos. Alcé la mirada, y apenada vi que lloraba. Le quité las lágrimas con las yemas de los dedos, y le sonreí lo más fuerte que pude, como hacíamos de pequeños. Río un poco más y me abrazó más fuerte, para que no pudiese escapar, para que estuviese con él para siempre.
Pero realmente lo había echado de menos, a él y su manera peculiar de abrazar, su olor, su pelo, su tacto, su respiración, sus latidos, sus movimientos, su risa, todo él.
De pronto, me cogió de la barbilla para alzarme la cara y me obligó a mirarle a los ojos. Enrojecí levemente ante la intensidad de su mirada, y sonrió ampliamente. Y me besó, suavemente, con cariño.
Después de un rato, me separé de él y apoyé la cabeza en su hombro.
-¿Sabes qué? –Susurré.
-Dime. –Sonrió Andy.
-Te quiero. Muchísimo más de lo que piensas. –Su sonrisa fue aún más amplia- No lo olvides.
-Como ya te dije una vez... Te quiero Trucy, nunca lo olvides, ¿vale? *
Sonreí tristemente ante esas palabras. Nunca las podría olvidar, desde luego. Cerré los ojos, disfrutando de su contacto, hasta que me sacó de ese pequeño trance su melodiosa voz.
-¿Sabes qué? Me encantaría volver a renacer contigo algún día. Y vivir la vida que desaprovechamos, pero esta vez juntos de verdad.
-A mí me gustaría también, -suspiré- pero no sé el método para conseguirlo.
-Es fácil, solo hay que pensar que volvemos a morir de nuevo, e intentar localizar un cuerpo humano que todavía no haya recibido un alma, algo así como un recipiente vacío.
-Podríamos intentarlo, ¿pero y si sale mal?
-Nos volveremos a encontrar aquí, te lo prometo. –Me cogió suavemente de la mano.
-Vale, intentémoslo. Pero, por favor, no me sueltes en ningún momento. Por favor.
-No lo haré –susurró muy cerca de mi oído.
*Es lo que la dijo antes de morir.