sábado, 31 de marzo de 2012

Epílogo de Sin nombre.


Recordaba esta sensación. Es la misma que sufrí cuando estuve en coma en el hospital (para ese entonces yo no sabía que me pasaba). Pero ahora había realizado esto voluntariamente para encontrarme con Andy. Pero no lo encontré.
Lentamente, la angustia me carcomía por dentro. ¿Dónde estaba Andy? Me sequé hoscamente las lágrimas de las mejillas con las manos. ¿Lo había vuelto a perder? ¿De nuevo? Deseché rápidamente esa idea, no podía perder algo que realmente nunca tuve. Pero pensé, que, tal vez... podría encontrarle de nuevo, aunque fuese por última vez. Rogué en silencio, sin apenas moverme, pensando que eso me ayudaría a cumplir mi deseo. Nada.

Me levanté, o lo que fuese ese movimiento que realicé, y comencé a andar sin rumbo alguno. No podías decidir en que dirección andar únicamente porque todo lo que se veía era oscuridad. Suspiré y me rendí. Y, de pronto, los arrepentimientos me vinieron rápidamente a la cabeza. ¿Quién en su sano juicio habría hecho lo que yo hice? O mejor dicho, ¿por qué? Nadie me había garantizado que lo fuese a encontrar, prácticamente me lancé a la aventura con los ojos vendados.
Y, de pronto, el viento (vale, me había vuelto rematadamente loca, ¿el viento? ¿en un lugar como aquel?) o lo que quisiera ser, me susurró su nombre. Venía de todas direcciones, en ocasiones se oía más claro y fuerte que todas, pero me dio una fuerza más para seguir luchando entre toda esa oscuridad. No sabía hacía donde estaba corriendo, pero la verdad es que no le prestaba demasiada atención. Sabía donde iba a encontrarlo. Ignoré todas las veces que caí y volví a levantarme, no eran importantes.
Y, de pronto, me paré en seco. Estaba allí, sonriéndome, mirándome directamente a los ojos. Era él, sin duda. Sentí las mejillas húmedas, e intenté moverme hacia él, pero el cuerpo no me respondía. De repente, comenzó a reír; su cantarina risa me provocó la risa a mí también, y allí estuvimos los dos riéndonos. Y, sin apenas darme tiempo para reaccionar, me encontré protegida entre sus brazos. Alcé la mirada, y apenada vi que lloraba. Le quité las lágrimas con las yemas de los dedos, y le sonreí lo más fuerte que pude, como hacíamos de pequeños. Río un poco más y me abrazó más fuerte, para que no pudiese escapar, para que estuviese con él para siempre.
Pero realmente lo había echado de menos, a él y su manera peculiar de abrazar, su olor, su pelo, su tacto, su respiración, sus latidos, sus movimientos, su risa, todo él.
De pronto, me cogió de la barbilla para alzarme la cara y me obligó a mirarle a los ojos. Enrojecí levemente ante la intensidad de su mirada, y sonrió ampliamente. Y me besó, suavemente, con cariño.
Después de un rato, me separé de él y apoyé la cabeza en su hombro.
-¿Sabes qué? –Susurré.
-Dime. –Sonrió Andy.
-Te quiero. Muchísimo más de lo que piensas. –Su sonrisa fue aún más amplia- No lo olvides.
-Como ya te dije una vez... Te quiero Trucy, nunca lo olvides, ¿vale? *

Sonreí tristemente ante esas palabras. Nunca las podría olvidar, desde luego. Cerré los ojos, disfrutando de su contacto, hasta que me sacó de ese pequeño trance su melodiosa voz.

-¿Sabes qué? Me encantaría volver a renacer contigo algún día. Y vivir la vida que desaprovechamos, pero esta vez juntos de verdad.
-A mí me gustaría también, -suspiré- pero no sé el método para conseguirlo.
-Es fácil, solo hay que pensar que volvemos a morir de nuevo, e intentar localizar un cuerpo humano que todavía no haya recibido un alma, algo así como un recipiente vacío.
-Podríamos intentarlo, ¿pero y si sale mal?
-Nos volveremos a encontrar aquí, te lo prometo. –Me cogió suavemente de la mano.
-Vale, intentémoslo. Pero, por favor, no me sueltes en ningún momento. Por favor.
-No lo haré –susurró muy cerca de mi oído.

*Es lo que la dijo antes de morir.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Título not found.

Mary miró hacia la ventana. Llovía. Suspiró. Estaba harta de la lluvia, pero tampoco quería ver el sol. Sonrió en sus adentros; era rara y lo sabía. Era simplemente que todo lo recordaba a él.
Se preguntó que estaría haciendo ahora si Henry estuviese allí. Revivió su imagen en su cabeza, abriendo así múltiples heridas. Pero, ¿acaso importaba ya eso? Su sonrisa, sus ojos, sus manos, su manera de besarla, la primera vez que hicieron el amor... Se secó las lágrimas, pese a que sabía que perdía el tiempo. Solía pararse a pensar si tenía alguna razón por la que luchar, alguien por quien seguir adelante, algo que la atase a la vida con semejante fuerza. Sí, tenía una antes, y se llamaba Henry. Pero ahora que estaba muerto, ¿por qué iba a seguir allí? Lo había amado desde pequeña, y ella le había correspondido. Así qué, ¿por qué no intentarlo?
Supo que tenía que hacer. Subió al desván, y entre cajas y recuerdos del pasado, encontró la vieja revólver de su padre; bajó a su habitación y recordó por última vez su vida.
Asió el gatillo y cerro los ojos.
Kaboom.

miércoles, 21 de marzo de 2012

El chico de los tulipanes.

Joseph siempre madrugaba para ir a aquel parque. Sabía que ella pasaría por allí y se sentaría, como hacia todos los días. Fantaseó por el camino. ¿Cómo sería el roce de sus labios? ¿Y el tacto de su pelo? Entre sueños y fantasías, llegó al banco y depositó el tulipán; y acto seguido se fue.
Cuando Alice llegó, cogió el tulipán con cuidado y se lo acercó a las fosas nasales. Sonrió. Tenía ese peculiar olor a él; era único, especial. La reconocería a kilómetros a la redonda, estaba segura. Miró el reloj, se levantó y se fue, aún con el tulipán en la mano.
Todas las mañanas tenía un tulipán esperándola, pero el último tenía una tarjeta. "A las 9 pm aquí. Tengo ganas de conocerte. Yo te encontraré. Fdo: El chico de los tulipanes." Alice sonrió, intentando ocultar a duras penas su emoción. ¡Por fin iba a conocer a su chico misterioso!
Se pasó toda la tarde eligiendo que iba a llevar, enterrando la cama bajo un montón de ropa. Finalmente, se puso un sencillo vestido negro.
Cuando llegó, había un chico guapísimo esperándola con un ramo de tulipanes. El pelo castaño le caía levemente por encima de los ojos, y su amplia sonrisa la empujó también a ella a sonreír. Charlaron, rieron, se abrazaron... Alice nunca olvidaría esa noche, sin duda. Se sentaron en el banco donde siempre él la depositaba un tulipán, la miró a los ojos, la cogió suavemente de la barbilla y la besó. Sin prisa, como si quisiese acordarse de ello toda la vida. Alice correspondió, llena de amor, y supo que lo quería de verdad.
Cuando se tuvo que ir a casa, le pidió volver a encontrarse pronto. Su semblante se entristeció, y con una alegre sonrisa (que sus ojos delataban que era mentira) aceptó la propuesta. Volvió a besarla por última vez, y la dijo que la amaba. Por siempre.
Cuando ya apenas se le veía, no lo soportó más.
-¡Joseph! -gritó, pero su voz no era nada en comparación con el rugido de los coches que aún circulaban por allí-. No te vayas.
Pero entonces unos brazos fuertes la rodearon y notó una respiración contra su cabello.
-No te vayas. -Repitió.
-Estoy aquí, Alice -dijo-. Estoy aquí.

A la mañana siguiente, Alice descubrió apenada que no había un tulipán. Ni al día siguiente. Ni el siguiente. Ni el próximo. Comenzó a investigar poco a poco, y terminó llegando hasta la familia de Joseph. Les preguntó amablemente donde se encontraba Joseph; y ellos, con lágrimas en los ojos, la dijeron que un cáncer le había arrebatado la vida.
Alice echó a correr hasta llegar a su casa, y se rompió. Cayó de rodillas al suelo, y no se molestó en secarse las lágrimas. La costaba asimilar esa información. Había muerto. Su último deseo fue haberla conocido; y por eso su semblante se volvió tan tan triste cuando propuso verse de nuevo, porque sabía que iba a morir.
Cuando se hartó de llorar, buscó en internet el significado de los tulipanes rojos. "Amor eterno." No pudo más, y gritó con todas sus fuerzas.
Y cada mañana, se encargó ella misma de colocar tulipanes en el banco, aunque nadie fuese a recogerlos. En su memoria.
-Espérame, Joseph -murmuró-. Espérame.

sábado, 17 de marzo de 2012

Unknown.

Se metió lentamente en su cama, y se arropó con las sábanas hasta que casi sobrepasó la cabeza. Estaba harta de él, no podía más. Aún resonaban sus gritos en la dolorida cabeza de ella. No podía más. Rompió a llorar, pero por pura rabia. ¿Por qué siempre era todo así? ¿Por qué no podía cambiar nada? Joder, dolía terriblemente. Ahí, en el pecho. Se abrazó las rodillas con cuidado debajo de la manta, temiendo que pudiese romperse de un momento a otro, ya que ella se sentía muy frágil en ese momento. Sabía que alguna vez lo había querido, y en algún lugar del fondo de su ser, sabía que deseaba que la volviese a tratar como siempre, aunque solo fuese por una triste vez. Se tragó esos pensamientos, y dejó relucir su orgullo de nuevo. La había hecho mucho daño, sin duda, pero no lo haría una vez más. No se lo permitiría. Jamás. Nunca más, se prometió mientras se secaba lentamente las lágrimas de los ojos.
Y soñó. Soñó que volvía a ser una niña, que no había problemas, que si lloraba era porque no la compraban la nueva Barbie, que volvía a ser ella misma. Su vuelta a la realidad fue como una caída desde un ático. Aún así, decidió no rendirse. Pensaba luchar, aunque no tuviese fuerzas; aunque no quedase nada por lo que hacerlo; por sus promesas sin cumplir; por los recuerdos que debía tener; por los sueños que quedaban sin realizar; por los besos que aún seguían en el aire; por las sonrisas que nunca fueron mostradas. Por todo aquello que merecía la pena.
Simplemente, iba a luchar. Y se despertó con una sonrisa, dispuesta a hacerlo.



martes, 13 de marzo de 2012

Visitándolo pero ya. e___e

Bueno, señoras y señores, niños y niñas, gente que lea esta basura... Quiero que visitéis un blog, y como no lo hagáis, pues os pego. :3 Pero con cariño, ¿eh?
El blog es el siguiente: http://idealesdeunfriki.blogspot.com/
Es el blog de mi hamijo Manolito-kun. e3e Aún está comenzando, sí, pero dentro de poco tendrá muuuuuuchas cosas y será mas chachi aún. e_e Así que ya lo estáis siguiendo.
Arigato. :3

lunes, 12 de marzo de 2012

Indefinido.

Buscó su nombre con la mirada entre aquellas listas de las redes sociales, y un brilló involuntario lució en sus ojos. Estaba conectado, su nombre destacaba entre todos los demás. Se mordió el labio, ¿debía hablarlo? Y si es así, ¿qué le diría? "Hey, hola, estoy enamorada de ti aunque no te lo diré nunca. ¿Qué tal?" Suspiró. Tenía que quedar con él, contarle sus sentimientos y lo que Dios quisiese que pasara. Atravesó sus miedos a duras penas, y comenzó una conversación con él. Finalmente, quedaron el fin de semana. Sabía que se moriría de vergüenza cuando le mirase a la cara, pero ahora no podía echarse atrás, no después de lo mal que lo había pasado.
Entre exámenes, trabajos y pocas horas de dormir, llegó el fin de semana. La esperaba apoyado en la pared, con un casquillo colgándole por encima del pecho, con una media sonrisa, tarareando su canción favorita, mientras se tocaba inconscientemente el pelo. Sonrió embobada, hasta que él reparó en su presencia, obsequiándola con una sonrisa mayor. Sintió que enrojecía.
Echaron a andar, compartiendo risas y miradas de complicidad, hablando de tonterías y perdiéndose en la ciudad. 
Cuando ya casi caía la tarde, reunió el poco valor que pudo encontrar dentro de ella y se sentó, pidiéndole a él  que hiciese lo mismo. Y se lo confesó todo, cerrando los ojos y ocultando la cabeza entre su cabello.
Cuando finalizó, toda respuesta que recibió fue un beso. Y no necesitó nada más. 

domingo, 11 de marzo de 2012

Hey idiot, I love you.

Julie lo miró a los ojos. Él la devolvió la mirada, impasible. Retrocedió poco a poco, hasta toparse contra la pared, mientras él se acercaba a ella, tranquilo.
—A-aléjate de mí... -susurró levemente, pese a que quería que se acercase lo máximo posible a ella.
Él enarcó las cejas, divertido. 
—¿Y qué pasa si no te hago caso, pequeña Julie? -murmuró, derrochando malicia en cada una de las palabras.
—Pues que... -La voz de Julie tembló, así como sus piernas-. Que...
Se acercó del todo a ella, y la acarició la mejilla con ternura. 
—¿O qué?
Julie entreabrió los labios, esperando a que alguna voz divina apareciese y le diese una buena respuesta; mientras que él aprovechó este momento para juntar sus labios con los de la chica.
Abrió los ojos como platos, pero le terminó echando los brazos al cuello, disfrutando de la presión que ejercían sus labios sobre los de ella, aquel contacto que tantas veces había soñado. 
Cerró los ojos y los volvió a abrir, asegurándose que aquel momento no era un sueño. 
Sonrío. Sí, por mucho que lo hubiese intentado negar, estaba profundamente enamorada de él, desde siempre.
—Julie, ¿puedo pedirte algo?
—Claro. -Sonrío.-
—Dime que me quieres -susurró Henry.-
—Te quiero.
—Otra vez.
—Te quiero.
—Más.
—Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, [...], te quiero. -Rió-. ¿Para qué tantas veces?
—Porque queda más bonito oyéndolo de tu voz. -La abrazó con fuerza, y volvió a besarla.-
La había querido, desde siempre. Jamás lo pondría en duda.

lunes, 5 de marzo de 2012

Vampiress of love.

S. XIX [Lugar inexacto, tal vez Italia]


Aquel atractivo chico entró al burdel. Las prostitutas le dirigían miradas de deseo, y él correspondía con pícaras sonrisas. Realmente no sabía por qué había entrado allí, o que buscaba; pero ya no había vuelta atrás. Se sentó en una mesa un poco apartada, y pidió una copa de vino cuando la camarera se acercó a él, claramente con otras intenciones.
La vio. Una chica castaña, no muy alta y delgaducha, que portaba un minúsculo corpiño negro y unas calzas. Se levantó dejando la copa sin acabar y se acercó a ella. Bajó la mirada, avergonzada, mientras sentía sus ojos examinando su cuerpo trazo a trazo. Y se sonrojó aún más cuando tiró de su mano en dirección a una habitación. Cuando cerró la puerta, la chica se puso a hiperventilar.
-Por favor señor... Soy virgen y... No me gustaría entregar mi cuerpo así...
Para la sorpresa de ella, el chico rompió a reír a carcajadas.
-No quiero tener sexo contigo, ese no es mi propósito. O al menos, no ahora. -Enarcó una ceja, mirándola de arriba a abajo y sonrió. Ella tragó saliva.- Vengo a proponerte una vida mejor.
Bajó la mirada, entristecida, y comenzó a juguetear con mechones de su pelo.
-Eso no puede ser, señor. Yo soy de la clase baja de la sociedad, y usted... de alta cuna.
El chico suspiró.
-No me trates de usted, Sophia. -¿Cómo sabía su nombre? Se preguntó ella.- Déjame intentarlo, por favor. -La tendió la mano.-
Ella, vacilante, la rozó suavemente. Reunió más fuerza y la cogió. Él, complacido, acercó su rostro al suyo la besó. Se abandonaron a besos y caricias. Lentamente, Damen fue descendiendo hasta llegar a su cuello. Y la mordió.
Sophia, antes de perder el conocimiento, abrió los ojos como platos.
Cuando volvió a abrir los ojos, notó el peso de los labios de Damen sobre los suyos, acariciándolos. Acercó sus labios hasta su lóbulo, sin levantar en ningún momento los labios de su piel, aprendiendo trazo a trazo todos los rincones de está; y suavemente susurró:
-Now you are a vampiress of love. 

sábado, 3 de marzo de 2012

Diario de una enferma de cáncer.

Día 20 de diciembre.
Hola, me llamo Carla y tengo seis años. Este es mi primer diario, pero es un regalo que me han hecho. Estoy en un hospital, porque dicen que estoy malita. Llevo ingresada desde mi cumpleaños, el 16 de noviembre. Mis papás vienen a verme todos los días, pero están tristes. Cuando salga de aquí les haré reír mucho.

Día 21 de diciembre.
La señorita de blanco me ha vuelto a hacer pupa, aunque dice que es por mi bien. Me da mucho miedo la cosa que pincha. Hoy mamá ha dicho que tenía muy mala cara, y se ha puesto a llorar. La he dicho que íbamos a jugar con mis barbies, y ella podía ser la mamá. Me ha sonreído muy triste. Creo que lo que pasa es que papá no le quiere comprar gusanitos.

Día 23 de diciembre.
Ayer no pude escribir porque estuve dormida todo el día. Me dolía mucho todo el cuerpo, y los médicos estaban muy preocupados. Creo que algo va mal. Estoy triste.

Día 24 de diciembre.
El médico está hablando con mamá. Creo que piensan que estoy dormida. Dicen cosas como "muy grave" y "quirófano", y mamá llora. Le preguntaré a la señorita Vero que significa "quirófano."

Día 25 de diciembre.
¡Hoy ha venido Papá Noel! Todos los niños estábamos muy contentos abriendo los regalos. También ha venido a vernos, y le he dado un abrazo muuuuuy fuerte. ¡Me ha regalado un oso de peluche! Se llama Diego. Mis papás han venido y lo hemos celebrado juntos.
P.D.: Me gusta mucho el turrón.

Día 26 de diciembre.
Mamá ha vuelto a decir la palabra "quirófano". Por lo visto, me van a llevar allí mañana. Dice que me pondré bien, que no tenga miedo. Me he puesto a llorar, y papá me ha abrazado muy fuerte. Los dos me han dicho que me querían mucho, y yo a ellos también.

Día 18 de enero.
Me he despertado con mucha hambre. Mamá se ha ido corriendo a llamar al médico nada más que me ha visto despertarme. Papá está muy feliz y me ha abrazado muy fuerte. Me he mirado en un espejo, y he visto que no tenía pelo. Me he puesto un poco triste por eso, porque a Damián (que me ha dado un beso en la mejilla, creo que le gusto), le gustaba mucho. Pero mamá y el médico estaban muy felices, y yo también. Hemos hecho una gran fiesta.
Dicen que ya estoy bien, que me he curado de una enfermedad muy fea llamada "cáncer."



P.D.: 

viernes, 2 de marzo de 2012

Sin nombre.


-Te quiero Trucy, nunca lo olvides, ¿vale?
-¿Y a qué viene esto ahora?
-No lo sé, pero quiero que lo sepas, por si alguna vez pasa algo. Y ahora agárrate, que el viaje acaba de empezar.

BUM.

No veo nada. Oigo pasos, respiraciones, latidos, voces hablándome. ¿Por qué no puedo contestar? Estoy sola. Tengo miedo, mucho miedo. ¿Andy, dónde estás? ¿Por qué no estás aquí conmigo? Las preguntas comienzan a agolparse en mi cabeza, pero no puedo darlas una respuesta. Deseaba morirme, en ese mismo instante, hasta que vi una luz, y me acerqué a ella.

-Buenos días, señorita Edgeworth, veo que ha despertado por fin.

Dispuesta a darle una respuesta, abrí la boca sin conseguir emitir sonido alguno. Lo intenté varias veces, hasta que frustrada dejé de intentarlo.

-Es normal que no pueda hablar. Ha estado meses en coma por culpa del accidente, es lógico que no haya hablado.

-¿Accidente? –Logré gesticular lentamente.

-Sí, accidente. Un accidente de moto que sufrió con su hermano hace ya un par de meses, que la dejó en un coma bastante profundo.

¿Accidente? ¿Cómo que accidente? ¿Y qué le había pasado a Andy? Comencé a angustiarme de verdad.

-¿Y Andy como está? –susurré levemente, presa de la angustia.

-Él, bueno... Lo siento mucho Trucy, pero él murió en el accidente.

No, no era cierto. Él estaría en otra sala, descansando, seguro. Mi mente se negaba a aceptarlo, no quería hacerlo, dolía demasiado.
No tenía muchas fuerzas, pero las agoté en llorar hasta que caí dormida de nuevo.

Un mes después, me permitieron salir a que me diese el sol y el aire. Como no me podía alejar mucho, solía acudir al parque donde me solía llevar siempre. Y lentamente rompí a llorar. Quería que todo fuese mentira, que él aparecería de un momento a otro y me abrazaría de esa manera tan peculiar que tenía. Pero la realidad es más dolorosa que los meros sueños de una chica de 17 años, así que me desahogué a base de lágrimas.


Una semana antes de Navidad me dieron el alta en el hospital y pude regresar a casa. Mis padres organizaron una gran comida por mi regreso, aunque yo no asistí. Irónico, ciertamente. Cuando entré a mi habitación, me fijé en la pila de regalos que había encima de la cama. Los ignoré todos por completo, y también las cartas de mis compañeros pidiéndome que me muriese. Rescaté la ropa negra del armario que mi madre había intentado ocultarme sin éxito alguno y me cambie.
Cuando estuve un poco más cómoda, superé mis miedos y entré en su habitación. Seguía igual que siempre: igual de desordenada, con su poster de Mago de Oz encima de la cama, los apuntes por el escritorio... pero faltaba algo muy importante, faltaba él.
De pronto rompí a llorar, cayendo de rodillas, ignorando el dolor que me supuso aquella acción. Oculté el rostro entre las manos y lloré aún más fuerte. Había estado allí conmigo, y me había abrazado. Lo había notado, era él. Y entonces hice mi decisión, y no había vuelta atrás.

Espere hasta Nochebuena para poner todo en marcha. Me vestí con un vestido negro que parecía ser sacado del siglo XIX, unos zapatos de tacón y me recogí el pelo. Quería despedirme de mis padres, pero esa noche no estaban. Lloré suavemente al intentar hacerme a la idea de que no les podría ver nunca más, ni les podría decir adiós al menos, así que como aún tenía tiempo, les escribí una carta de despedida.
Después, subí a mi habitación, cogí un paquete del primer cajón de mi escritorio y algo de dinero. Llamé a un taxi que me llevó hasta el cementerio donde descansaba mi hermano, y cuando ya se hubo alejado bastante, entré en él.
Algo dentro me guiaba hasta la tumba de mi hermano, y nada más verla me eché a llorar de nuevo. Luego, cuando me calmé, dejé el regalo cerca de la lápida y me tumbé mientras sonreía tristemente. Luego, lentamente, cogí la cuchilla que había traído de casa y me hice sendos cortes en las muñecas. Me aguanté las ganas de gritar y me tumbé a esperar a la Muerte, aquella que me llevaría hasta mi hermano.
Antes de perder el conocimiento, miré el reloj. Era medianoche. Y suavemente susurré:

-Feliz Navidad Andy, te quiero.


* Queridos papá y mamá,
Seguramente para cuando estéis leyendo esto me habréis estado buscando por toda la casa, o tal vez no. De todos modos, no lo hagáis, no me encontraréis. Quiero que sepáis que os quiero mucho, y que os echaré de menos, pero tengo que ir a encontrarme con Andy. Lo siento de verdad.
Me habría gustado poder deciros adiós en persona, no con una carta, pero las circunstancias han tenido que ser así. Espero poder veros de nuevo algún día. Os queremos, Andy y yo.

Besos, y hasta siempre.

jueves, 1 de marzo de 2012

Forever.

Corrió. No tenía ninguna dirección fija, pero no era algo que la importase demasiado. Quería huir de allí, de todo, y no volver jamás. No paró, pese a que llegó a tropezar varias veces, lastimándose las rodillas. En una caída rompió a llorar, pero rápidamente se secó las lágrimas toscamente con la manga del abrigo; tenía conciencia de por qué lloraba, pero no se lo confesaba ni a ella misma. Quería fundirse con la gente y, quién sabe, desaparecer.
Sin embargo, cuando le oyó gritar su nombre a sus espaldas, paró bruscamente, aún notando el sabor salado de sus lágrimas en los labios. No fue capaz de moverse hasta que llegó. Le observó a través del velo de lágrimas que cubría sus ojos. Lucas también estaba llorando; sus ojos grises estaban anegados de lágrimas y por sus delicadas mejillas descendían enormes lagrimones, sin control alguno; y su pelo, castaño y largo, que tantas veces había acariciado, estaba revuelto; su cuerpo estaba temblando levemente, y no supo identificar si por miedo o por frío. Esa imagen la dolía. Era todo por culpa suya. Abrió los ojos de par en par al notar como la abrazaba con fuerza. Correspondió, y enterró la cara en su hombro, llenando su sudadera de lágrimas. Lucas, sin embargo, la acarició el pelo con ternura, en un triste intento de hacerla sentir mejor. Sin embargo, funcionó. Cuando Lucas la miró a los ojos, vio tanto miedo y ternura juntos, que no se resistió al hecho de besarla. Ella correspondió a su vez, y le echó los brazos al cuello, pegándole más a ella. Estuvieron así largo rato, hasta que la lluvia les amenazó con empaparles. Evelyn se rió, y Lucas la secundó. Podrían gritarle al mundo que se querían, pero no sería suficiente. Desde luego que no.
La cogió suavemente de la mano, y ella le dirigió una sonrisa tímida. Por suerte para los dos, Lucas llevaba la cartera encima, y entraron a la primera cafetería que encontraron. Cuando salieron, seguían tomados de la mano. Llovía a cántaros, pero no lo consideraron un problema. Ya no existía el miedo, las dudas o la preocupación. Solo estaban ellos dos. Eran almas gemelas.
Para siempre.