Me siento en el sofá mientras comienzo a comer los condenados fideos y un papel cae de mi pantalón. Es el número de una chica, es verdad, la he conocido hoy (es la chica que escuchaba a ese condenado grupo). Es pelirroja y bajita, se ríe de manera muy bonita, tenía las zapatillas destrozadas y sus labios sabían a tabaco (y a café, y a noches en vela, y a mensajes sin enviar y a poesía triste). Sabe tan diferente a ti que me dan ganas de vomitar. Voy a darla una oportunidad, y creo que a The Smiths también, ya que al fin y al cabo, era ella quien les escuchaba.
domingo, 22 de febrero de 2015
Destructive.
[...] Hoy querría haberte escrito una carta. O un e-mail, que las cartas ya están tan pasadas de moda como las cortinas de mi salón (es un chiste muy malo, no me lo tengas en cuenta). Me habría gustado cortarte mi día, que tal en el trabajo, lo abarrotado que estaba el centro de la ciudad o encontrarme la cena en el microondas (¿otra vez pollo?). Al final decido no escribirte —ni siquiera tengo una triste forma de contactar contigo—; pero bueno, mi jefe sigue putéandome la vida, he tenido que correr bajo la lluvia y he vuelto a comprar comida china. Ni siquiera me gusta, pero es barata, está caliente y es comestible, y para la cena tan monótona que voy a tener que pasar una vez más, ¿para qué más? En el metro había alguien escuchando una canción, creo que eran The Smiths. ¿Y sabes qué? Los odio. Los odio desde el primer momento que los he oído, y es un odio tan absurdo que me hace reir. Quizás sí debería empezar a tomar las pastillas que me recetó el médico, quizás sí que funcionen (al menos lo suficiente como para que las cosas dejen de recordarme a ti).
Me siento en el sofá mientras comienzo a comer los condenados fideos y un papel cae de mi pantalón. Es el número de una chica, es verdad, la he conocido hoy (es la chica que escuchaba a ese condenado grupo). Es pelirroja y bajita, se ríe de manera muy bonita, tenía las zapatillas destrozadas y sus labios sabían a tabaco (y a café, y a noches en vela, y a mensajes sin enviar y a poesía triste). Sabe tan diferente a ti que me dan ganas de vomitar. Voy a darla una oportunidad, y creo que a The Smiths también, ya que al fin y al cabo, era ella quien les escuchaba.
(Me han dicho que deje de escribirte, que ya no estás aquí y que nunca vas a poder leer esto. Me da igual, quiero que sepas que todos los post-its donde te escribo están dentro de mi armario. Quizás algún día te presente a esta chica, y ambos iremos a llevarte flores. Espero que os llevéis bien. Te quiero):
Me siento en el sofá mientras comienzo a comer los condenados fideos y un papel cae de mi pantalón. Es el número de una chica, es verdad, la he conocido hoy (es la chica que escuchaba a ese condenado grupo). Es pelirroja y bajita, se ríe de manera muy bonita, tenía las zapatillas destrozadas y sus labios sabían a tabaco (y a café, y a noches en vela, y a mensajes sin enviar y a poesía triste). Sabe tan diferente a ti que me dan ganas de vomitar. Voy a darla una oportunidad, y creo que a The Smiths también, ya que al fin y al cabo, era ella quien les escuchaba.
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