Nevaba copiosamente. Llegaba tarde a nuestra cita, y me asustaba pensar que no estuvieses allí cuando llegara; sin embargo, allí estabas, tomando uno de los cafés que tanto te gustaban. Aún tenías el pelo húmedo a causa de la nieve, lo que te daba un divertido aspecto infantil. Llegué hasta la mesa donde te encontrabas y me sonreíste. Te cogí la mano, y por algún motivo recordé todos nuestros momentos juntos; y de este modo ignoré los gritos y los tiroteos. Me aferré más fuerte a tu mano y observé una última vez tu sonrisa. La vida huía de nuestros ojos, pero no íbamos a permitir ni que la muerte nos separase al uno del otro. Formulaste un te quiero con los labios y cerraste los ojos. Se oyeron unas campanadas haciéndose paso entre las sirenas de las ambulancias y de la policía.
Era Año Nuevo y nevaba copiosamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario