El niño llegaba siempre a la misma hora. Cruzaba el enorme portón del cementerio y observaba en silencio el camposanto, aprendiéndose cada mínima forma de aquel lugar. Rara vez variaba el camino hasta aquella insignificante tumba, donde el niño se sentaba y, con el mayor respeto que conocía, depositaba una pequeña rosa; después, se abrazaba las piernas y comenzaba a hablar. Su monólogo era muy improvisado, pese a que él hacía grandes esfuerzos por llevar algún tipo de orden; pero su voz se teñía de una dolorosa nostalgia y de mucha ternura. Cualquiera que pasase por allí podía sentir aquella atmósfera cargada de «te echo de menos» deseando ser pronunciados y oídos. Pasado un tiempo, se secaba las lágrimas de la cara, le daba un último beso a la rosa y murmuraba un tímido «adiós mamá, te quiero».
Cuando se iba, el niño solía acudir a la iglesia, donde el párroco local ─un señor de gran edad que había viajado mucho cuando fue más joven─, le enseñaba a leer, escribir, realizar algunas operaciones simples y latín. El niño se esforzaba al máximo por aprender hasta la última palabra que el anciano pronunciaba; y, después de estudiar, regresaban juntos a una modesta casita. No tenía otro lugar al que acudir, así que el cura lo adoptó; aceptándolo en su casa y sirviéndole de su comida.
A veces el cura lo acompañaba al cementerio y rezaban juntos, e incluso el cura ─o padre, como lo llamaba el niño─, solía hablarle al aire también. El niño no tenía amigos, pero tampoco le entristecía dicho hecho. Simplemente, le restaba importancia de algún modo u otro. Así pasó su infancia, visitando a su madre y aprendiendo.
Como todo el mundo, el niño creció. Y decidió salir de aquel pueblo a conocer el mundo que solía leer en los libros. Y aprendió más de lo que jamás hubiese imaginado. Conoció al amor de su vida, con el que se casó unos años después; y formó una maravillosa familia. O eso me parece a mí; pese a todo, ¿que padre puede hablar mal de sus hijos y que marido puede decir cosas negativas sobre su mujer? Continúo visitando a mi madre de vez en cuando para que no me eche de menos. Quiero que sepa que crecí para tener la familia que ella no pudo formar ni cuidar.
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