Me desperté de golpe, sintiendo la sangre huir de mi rostro. Miré el despertador, 5:29 am. El sol ni siquiera se había asomado, aunque las nubes seguramente trataban de ocultarlo. El colchón estaba manchado de sangre, y las vendas de mis muñecas presentaban un perturbante rojo que me trajo los recuerdos de aquella noche. Una vez, me hice daño a mí misma. Me rompí las alas con las que planeaba volar lejos de aquí. Me reí amargamente mientras sentía que las lágrimas me ardían en los ojos, así que parpadeé varias veces para no dejarlas caer. No me iba a dar la satisfacción de derrumbarme de nuevo. Abrí el armario y saqué el primer pantalón y sudadera que mis manos encontraron, y me vestí despacio, temiendo romperme si lo hacía demasiado deprisa. Rompí a llorar. ¿Acaso podía romperme más aún? ¿Mi alma aún no estaba suficientemente destrozada? Terminé tragándome las lágrimas y saliendo a la calle.
Llovía a cántaros, mezclándose con la humedad que las lágrimas habían dejado a lo largo de mis mejillas, limpiándolas. No había mucha gente por la calle, abundando entre esta minoría oficinistas y empresarios que estaban obligados a madrugar. Me reí. ¿Viviría lo suficiente para tener un trabajo o una casa? ¿Me casaría algún día? Me miré la muñeca. La venda estaba empapada de sangre y agua, tal vez debería cambiarla luego. Sí, creo que debería.
No sabía a donde ir o que hacer, todos los locales estaban cerrados y la única gente que pasaba iba con traje y prácticamente corriendo; así que acabé sentándome en un portal, abrazándome las rodillas con tanta fuerza que incluso me dolía. Un pequeño ladrido me hizo levantar la cabeza. Un perrito empapado me miraba fijamente. Lo miré también. No tenía collar, así que seguramente estuviese abandonado. Me levanté, sacudí la cabeza y me fui de aquel portal. Me giraba de vez en cuando y aquel perrito me seguía. Me reí en voz baja. Tal vez me lo pudiese llevar a casa. Me daría una razón para no dejar que se me rompan las alas otra vez. Lo cogí en brazos y regresé a casa. Íbamos a volar, aunque nos costase. De una vez por todas.
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