miércoles, 21 de agosto de 2013

Relato cortito.

Acabó aquella estrellita de papel azul y la metió en el bote. La anciana sonrió, recordando las palabras que su madre la repetía cuando era una cría: "Reúne mil estrellas de papel y se te concederá un deseo." Sabía que no era real, pero su ilusión no decreció, y aquellos botes así lo confirmaban. No sabía ni siquiera que iba a desear, pero cuando llegase el momento, lo sabría. Y tal vez se le concedería.
Se levantó y dejó el bote en la estantería donde estaba el resto, cogiendo la única foto que adornaba ese estante. Era la última foto que se sacaron juntos, y estaban en la playa. Ambos sonreían con fuerza. La fecha databa del 93. Volvió a dejar la fotografía en su sitio y se sentó en su mecedora, hasta que el perro la rozó las piernas, haciéndola saber las ganas de salir que tenía. Era la única compañía que tenía, ya que nunca pudieron tener hijos a causa de un problema con su útero. Se levantó en busca de la correa y salió con el perro. Había un parque muy agradable cerca de su casa donde solían acudir a menudo. Era un sitio bonito, la verdad, y tenía algún que otro quiosco; y un laguito con patos que su perro siempre quería cazar. Se sentó en un banco cerca de aquel lago y observó los patos hasta que una voz masculina la devolvió a la realidad. Un anciano un poco más mayor que ella se había sentado a su lado, brindándole conversación.
La mañana se pasó volando, y el anciano  no la había soltado la mano desde que se presentó. Se despidieron con dos besos y quedaron en volver al banquito mañana.
La anciana se fue, sonrojada y tonta como una adolescente. Bueno, tal vez no era demasiado tarde para enamorarse de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario