Si tuviese que describirte con una palabra, sería agua. La mañana en la que abrí los ojos y te vi dormido, con tu torso desnudo semioculto por las sábanas y el pelo desordenado, sentís ganas de llorar. Me giré para poder abrazarte con fuerza, albergando la vaga esperanza de que así podría retenerte a mi lado; abriste los ojos y, mezclando una suave risa con bostezos, murmuraste que la que nunca podría escapar sería yo. Sin embargo, una mañana abrí los ojos y no estabas entre mis sábanas. Me habías abierto una jaula que mantuve cerrada tanto como pude.
Siempre has sido agua; porque pese a poder sentirte o verte, nunca he podido sostenerte o atraparte entre mis manos, siempre escapando de mí. Somos almas gemelas condenadas al fracaso.
domingo, 24 de agosto de 2014
viernes, 8 de agosto de 2014
Inexistencia.
Una vez más, es invierno de ausencias. ¿Sabes? Aún recuerdo el día en el que te conté la tonta fórmula de escribir el nombre de la persona a la que extrañas en un papel y quemarlo. Tú te reíste y me dijiste que esas cosas no funcionan, que son tonterías que la gente inventa para poder sentirse un poco mejor con ellos mismos. Me sentí tan ridícula y tonta que no volví a pensar en ello hasta ahora. Bueno, a decir verdad, no he vuelto a pensar en ti hasta ahora. Sé que ahora te estarás riendo de mí desde donde quiera que estés, pero he escrito tu nombre una y mil veces en un folio y lo he prendido fuego. Tenías razón, es una tontería que no funciona, tu ausencia aún duele.
Una vez más, es invierno de vacíos. Un invierno donde intento existir de la mejor forma que puedo, donde lo único que permanece son las represalias de todo lo que algún día pasado hice mal.
Una vez más, es invierno de vacíos. Un invierno donde intento existir de la mejor forma que puedo, donde lo único que permanece son las represalias de todo lo que algún día pasado hice mal.
Silencio.
Hoy las cosas han cambiado. He dejado de oír tu voz menospreciándome o el sonido de las puertas cerrándose; ya no escucho los llantos en el baño o los vasos rompiéndose en la cocina. Ignoro tu tono de voz alzándose a medida de que te percatas de que no eres capaz de romperme. Ya no me interesa tu voz gritando mi nombre mientras cojo las maletas y cierro la puerta. Ahora rechazo tus llamadas y borro tus mensajes. Hoy he prescindido de ti.
A partir de hoy, he dejado de oírte a ti y he comenzado a verme a mímisma.
A partir de hoy, he dejado de oírte a ti y he comenzado a verme a mí
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