No sé por qué decidí ser fotógrafa; tal vez quería hacer que los recuerdos tuviesen forma física; o, quizás, atrapar momentos, personas y sensaciones en una sola lámina de papel; a lo mejor fue que mi padre me introdujo en estos temas. La lista de posibilidades es realmente larga, si me parase a pensarla. Tal vez algún día.
Es curioso el hecho de que sufra depresión sin tener ningún pasado triste. Es decir, al principio era una sombra; y, al final, terminó apoderándose de mi vida. Cada día fotografiaba a varia gente sonriendo y, sin embargo, hacía meses que yo no sonreía de verdad. Que caprichosa es la vida, ¿no?
Había días en los que cogía la cámara y salía ahí fuera a fotografiar todo aquellos momentos para luego colgarlos en la pared. Es bonito pensar que tu pared puede terminar simulando una vida real con la cantidad de recuerdos que hay ahí colgados.
Esa tarde llovía a cántaros, lo recuerdo bien. Las nubes se negaban a hacer una tregua. la gente entraba, compraba y se iba; esa eran todas las interacciones que tuve. De pronto, llegó un señor castigado por la vida, que me pidió, simplemente, conversación. Me reí sorprendida, pero acepté. Hablamos de tantos temas... Realmente aquel hombre era un excelente conversador. Iba a salir cuando murmuró:
—Sonríe, aunque esto no sea una foto.
Y, por extraño que resulte, lo hice. Con toda mi alma; pensando en aquella pared, en mis sueños, en mi futuro, y en mí misma.
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