Rebusqué algún libro interesante, alguna película casera o un antiguo disco que me ayudase a matar el tiempo aquel día. Libros llenos de polvo, demasiado destrozados para mi gusto llenaban aquel sótano. Los discos estaban en cajas que me eran imposibles de acceder, así que finalmente desistí. Sin embargo, en el último momento, vi algo. Una caja llena de viejos cassettes estaba firmemente cerrada con celo y sin catalogar. Lo cogí lleno de curiosidad y me lo bajé a mi habitación, abriéndolo con unas tijeras. Revolví el contenido de la caja. La mayoría tenían nombre, pero mis ojos se centraron en el único cassette que no tenía nombre, y decidí que sería mi compañero por hoy. Encontré un viejo radiocassette, -seguramente de mi padre-, y coloqué el cassette en su sitio correspondiente. Un pitido delataba la antigüedad de la grabación; y poco después, una voz comenzó a hacerse paso.
«-Yo no debería estar aquí hoy, su Señoría. Me acusan de algo que ustedes denominan fríamente asesinato en serie; mientras que, a mis ojos, es simple y llanamente justicia. No, caballeros, su estúpido tribunal no es la justicia que ellos merecían. Insisto en que me crean que debían morir. Oh, no me miren así, no piensen que estoy loco, ustedes jamás lo comprendería. Sé que me han hecho pruebas que demuestran una esquizofrenia paranoica que realmente no existe. ¡No me digan que es una sorpresa para todos ustedes! Él me lo dijo. Me eligió entre todos los mortales; a mí, a su perro fiel, para exterminar a aquellos desgraciados. Clamaba justicia, y yo se la di.»
Una pausa en la grabación.
«-Así que deciden acabar con mi vida en la silla eléctrica. Oh, ¿qué es esto que veo? Huelo miedo. Su miedo, señores. ¿Tanto temen a un pobre condenado? Estúpidos, debería matarlos a ustedes también. Él volverá; volverá a encontrarme, y seguiré cumpliendo su justicia. Seguramente se pregunten quien es Él, y ojalá pudiese hacer que no viváis en despreciable ignorancia. Sé que Él también os odia, aunque nunca lo haya manifestado.»
La grabación paró aquí. Saqué el cassette y le di la vuelta. La grabación continuó.
«-Oh, mírenme, estoy demacrado y humillado, ¿eso es lo que deseaban, verdad? Putos cerdos, arderéis en el infierno conmigo. Disfruten de mi última actuación, yo disfrutaré del último placer de la vida. La muerte.»
Lo único que se oye a partir de aquí son gritos.
«- ¿S-saben qué... c-c-cabrones? H-he visto a D-Dios... y n-nos ha abandonado.»
Últimos gritos y silencio absoluto.
Saqué el cassette y lo miré en silencio. Había vuelto a escuchar mi antigua voz. Él me dio la bienvenida al mundo de nuevo. Sonreí.
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