domingo, 3 de junio de 2012

Life is not fair.


Katie se levantó aún con la cara húmeda. Había vuelto a llorar otra vez. Otro día más, otra tortura más, pensó tristemente. Se paseó arrastrando los pies hasta la cocina y desayunó lo primero que vio; y después se dirigió a su habitación para vestirse.
Caminó hacia el instituto con calma. Entró por la puerta y se preparó para lo peor. La gente se acercaba a ella, y hablaba lo suficientemente algo para que ella les oyese. Mantuvo la cabeza bien alra hasta que llegó a su taquilla. Allí se desmoronó interiormente.
Arrancó las hojas donde la llamaban "puta gótica", "zorra", "gorda de mierda" y demás insultos. Pero hubo una que no se le pasó por alto. "Haznos un favor y SUICÍDATE." La gente la señalaba con el dedo y se reía de manera cruel mientras ella corría hacia los baños. No iba a llorar delante de todos esos gilipollas, era algo que tenía claro.
Sin embargo, cuando llegó, la estaban esperando. Un grupo de cinco chicas la cogieron nada más entró, y antes de darse Katie cuenta, estaba en el suelo. Las imploraba y lloraba que la dejasen tranquila; pero a cada petición, ellas la pegaban más fuerte.
Cuando el timbre sonó, ellas se fueron, y la dejaron allí tirada. El cuerpo de Katie se negaba a levantarse por más que ella se lo pedía, y la propia impotencia la hizo llorar. No podía seguir así. Simplemente, no quería.
Consiguió levantarse a duras penas. Ojalá no viviese en aquel jodido pueblo. Ojalá hubiese más de un instituto. Ojalá todo fuese fácil. Ojalá no hubiese nacido. Llegó tarde a clase, pero el profesor no se molestó. Katie se dio cuenta de cuán invisible era para el resto del mundo.
El día se pasó lento, entre golpes, humillaciones y lágrimas. Volvió corriendo a casa y se encerró en su habitación. Lloró hasta quedarse sin lágrimas.
Se remangó las mangas, dejando visibles varias cicatrices. Cogió la cuchilla y se la clavó sin miramientos. La sangre comenzó a brotar, y ella se mordió el labio para reprimir las ganas de gritar. Aquel dolor la hacía olvidar el otro. Era agradable en cierto modo.
Cuando se serenó, fue al baño a curarse los cortes y aprovechó para vendarse las muñecas. Estaba harta de su vida y del error que cometía al estar allí, así que decidió ponerle fin.
Buscó por toda la casa la vieja revólver de su padre, encontrándola en el sótano. Sonrió al pensar en sus padres. Pronto les vería.
La recargó, y se metió la pistola suavemente en la boca, ligeramente inclinada hacia arriba.
Sonrió por última vez y apretó el gatillo.

Kaboom.

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