Me gustaría preguntarles algo, ¿alguna vez han sentido miedo? Seguramente sí, ¿verdad? Miedo a perder su trabajo, miedo a la enfermedad, a perder a su familia o a que se descubran sus más oscuros secretos; sus miedos son absurdos, si me permiten decirlo.
Pese a ello, me gusta que sientan miedo, me apasiona que convulsionen de puro terror. Disfruto observando sus pesadillas, como mueven frenéticamente los ojos mientras sus más temibles infiernos se vuelven realidad. Cuan morboso placer.
A veces evitar girarse y afrontar lo que hay detrás de ustedes, incluso estando en su propia casa, ¿a que le temen? Piensan en asesinos, ¡e incluso culpan a los inexistentes fantasmas! ¿Ustedes se consideran a si mismos seres racionales? Ridículo.
Me alimento de su miedo, crezco con su pavor, sobrevivo de sus pesadillas más oscuras. No desconocen mi identidad, por la simple razón de que emplean gran parte de su vida en asesinarme. La pena les embarga, es triste saber que soy el lado más oscuro de vuestra existencia, esa personalidad que tratan de ocultar. Soy la locura palpitando dentro de ustedes, esa sombra que notan detrás suyo, los ruidos inexplicables, complemento de los peores asesinos. Soy ustedes.
Pero recuerden; los monstruos están en su cabeza, no debajo de la cama.
miércoles, 29 de enero de 2014
miércoles, 22 de enero de 2014
(no sé como llamarlo)
A mi querida Julie,
Hola, ¿qué Hola, ¿cómo Vaya, ¿cuánto tiempo ha pasado que vagamente recuerdo como comenzar una carta?
Hola, cariño. Tal vez esta carta te traiga recuerdos, una semejanza a las cartas que compartíamos en la guerra. Una enfermera y un soldado, nada que no se haya visto antes, ¿no? Pero siempre fuiste especial, amor mío, porque salvaste tantas vidas ─incluyendo la mía─ sin pedir nada a cambio que tienes un huequecito en el cielo. La guerra fue dura para ambos, pero sobrevivimos. Cuan agridulce fue saber que estábamos vivos, obligados a enfrentar una vida nueva en un país cruel; pero fuiste muy valiente.
Cuando regresé, vivías con tu madre. Recuerdo que el pueblo era pequeña, y tu casa muy modesta; tu madre abrió la puerta y se encontró a un hombre cansado, desaliñado y con maleta en mano. Llegaste sin avisar, y creo que el mundo se paró a mirar. El silencio se alojó en el ambiente, te tapaste la boca muy despacio y ni siquiera fuiste consciente de que estabas llorando. No supe bien que hacer, el aparato locomotor se me paralizó de golpe y tuve tanto miedo de no saber que decir que ardía en deseos de huir.
Nos casamos y construí una pequeña casa en un pueblo de Georgia. Tuvimos dos hijos, ¿recuerdas? Michael y Susanne, nuestros pequeños ángeles. Solo Susanne tuvo la oportunidad de vivir; por lo visto, en el cielo necesitaban a alguien tan bueno como nuestro Mike. Se te cayó el alama a los pies, pese a que lo ocultabas para ser una buena madre con Susanne. Gracias por ser tan fuerte, amor mío.
Trabajaba duro como agricultor para darle una buena vida a mis reinas. Creo que almacené tanto amor para vosotras que aún me encuentro más de una vez echándoos de menos.
El tiempo no se detuvo para nadie; así que mientras Susanne florecía, nosotros nos marchitábamos. ¿Sabes, Julie? La soledad me ha vuelto más pesimista; y he llegado a la conclusión de que desde el momento en el que nacemos comenzamos a morir, ¿así que esto es vida o muerte?
Susanne era una apasionada de las artes, y encontró su vocación en la vida en el cine. Triunfó. Te brillaban los ojos cuando hablabas de ella, era algo hermoso. Te sentías tan orgullosa de nuestra niña que me sentía realizado como padre y esposo.
Los años se marcaban en tu cuerpo, y pese a todo, la vida te castigó con alzheimer. Tras varias pruebas más, descubrieron que tu corazón estaba fallando; te dijeron que vivirías seis meses, luchaste durante todo un año. Eran tan duro verte así, cielo, obligado a mirar como perdías los recuerdos de lo que más te importaba... He llorado tanto que creo que he llorado por ambos.
¿Recuerdas aquel jardín que tanto mimabas? Cada estación nos sacábamos una foto juntos, pero en esa última solamente salgo yo. Imparable decadencia.
Guardaré esta carta en nuestro baúl de los recuerdos junto con todas las demás, hasta que encuentre algún modo de hacerlas llegar al cielo.
Te amo, Julie; te amé, te amo y te amaré siempre.
Siempre tuyo,
Hola, cariño. Tal vez esta carta te traiga recuerdos, una semejanza a las cartas que compartíamos en la guerra. Una enfermera y un soldado, nada que no se haya visto antes, ¿no? Pero siempre fuiste especial, amor mío, porque salvaste tantas vidas ─incluyendo la mía─ sin pedir nada a cambio que tienes un huequecito en el cielo. La guerra fue dura para ambos, pero sobrevivimos. Cuan agridulce fue saber que estábamos vivos, obligados a enfrentar una vida nueva en un país cruel; pero fuiste muy valiente.
Cuando regresé, vivías con tu madre. Recuerdo que el pueblo era pequeña, y tu casa muy modesta; tu madre abrió la puerta y se encontró a un hombre cansado, desaliñado y con maleta en mano. Llegaste sin avisar, y creo que el mundo se paró a mirar. El silencio se alojó en el ambiente, te tapaste la boca muy despacio y ni siquiera fuiste consciente de que estabas llorando. No supe bien que hacer, el aparato locomotor se me paralizó de golpe y tuve tanto miedo de no saber que decir que ardía en deseos de huir.
Nos casamos y construí una pequeña casa en un pueblo de Georgia. Tuvimos dos hijos, ¿recuerdas? Michael y Susanne, nuestros pequeños ángeles. Solo Susanne tuvo la oportunidad de vivir; por lo visto, en el cielo necesitaban a alguien tan bueno como nuestro Mike. Se te cayó el alama a los pies, pese a que lo ocultabas para ser una buena madre con Susanne. Gracias por ser tan fuerte, amor mío.
Trabajaba duro como agricultor para darle una buena vida a mis reinas. Creo que almacené tanto amor para vosotras que aún me encuentro más de una vez echándoos de menos.
El tiempo no se detuvo para nadie; así que mientras Susanne florecía, nosotros nos marchitábamos. ¿Sabes, Julie? La soledad me ha vuelto más pesimista; y he llegado a la conclusión de que desde el momento en el que nacemos comenzamos a morir, ¿así que esto es vida o muerte?
Susanne era una apasionada de las artes, y encontró su vocación en la vida en el cine. Triunfó. Te brillaban los ojos cuando hablabas de ella, era algo hermoso. Te sentías tan orgullosa de nuestra niña que me sentía realizado como padre y esposo.
Los años se marcaban en tu cuerpo, y pese a todo, la vida te castigó con alzheimer. Tras varias pruebas más, descubrieron que tu corazón estaba fallando; te dijeron que vivirías seis meses, luchaste durante todo un año. Eran tan duro verte así, cielo, obligado a mirar como perdías los recuerdos de lo que más te importaba... He llorado tanto que creo que he llorado por ambos.
¿Recuerdas aquel jardín que tanto mimabas? Cada estación nos sacábamos una foto juntos, pero en esa última solamente salgo yo. Imparable decadencia.
Guardaré esta carta en nuestro baúl de los recuerdos junto con todas las demás, hasta que encuentre algún modo de hacerlas llegar al cielo.
Te amo, Julie; te amé, te amo y te amaré siempre.
Siempre tuyo,
William Gordon
P.D.: Gracias.
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