Para Barbitas, una vez más, por darme un tema para escribir.
Dicen que los recuerdos son lo único que no cambian cuando el resto de cosas si lo hacen. Hoy comienza el otoño; las hojas, suicidas, se lanzan al vacío desde las copas de los árboles, tal vez ebrias de la vida. Un niño, sin embargo, decide salvar a una de ellas de estrellarse contra el suelo. Ojalá me hubiesen salvado a mi también. Yo antes solía rezarle a Dios o a lo que quiera que haya encima nuestro, pero una vez me había dado la espalda, ¿por qué seguir rogándole a ese cabrón?
Regreso a mi casa y la tele está encendida. Me acerco y la miro, un programa de dibujos animados. Me río ante la absurda idea de lo que esto representa. ¿Qué niño iba a ver la tele si el único que debía hacerlo desapareció hace años? Apago la tele y voy a la cocina; me abro una lata de cerveza y me siento en una silla. Las facturas se arrinconan en un lado de la mesa, aunque no las presto atención. El banco pretende quitarme la casa y sinceramente no puedo importarme menos. La cerveza se acaba y abro otra lata. Reparo en el cenicero lleno de cigarrillos, así que me encojo y me enciendo uno. Una vez se ha consumido entero, vuelvo a prestarle atención a la cerveza. Entre trago y trago, me permito pensar en ti. ¿Qué estarás haciendo ahora? Creo que volviste a casarte, y, para ser honesto, me habría encantado haber asistido a tu boda. La verdad es que me gustaría preguntártelo, el hecho de por qué fui la única persona a la que te negaste ver, pero la única forma que tengo de escuchar tu voz es -o era- mediante el contestador automático, aunque ahora ha sido sustituido por una fría voz que me informa de que el número al que llamo no existe. Sonrío un poco cuando noto las lágrimas aventurándose por mis mejillas, aunque no me molesto en retirarlas. Llegados a este punto, mi mente me redirecciona a él; jugando en los columpios, su primer día de colegio, el día de su cumpleaños, curándole aquella herida de la rodilla que le hizo cicatriz, su cara al ver el mar... Ojalá nunca se hubiese ido, ojalá fuésemos la familia que queríamos formar hace tanto.
Dicen que los recuerdos son lo único que se mantienen inalterables cuando el resto de cosas cambian de manera constante; y, mientras me enciendo el último cigarro de la cajetilla, me doy cuenta de que no se equivocan al afirmar tal cosa.
lunes, 22 de septiembre de 2014
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