Sé que te gustaban las estrellas porque te brillaban los ojos al nombrarlas. Recuerdo una noche donde, sentados en la hierba, mirábamos aquellos puntitos brillantes con recelo, como si fuese a ocurrir algo cuando cerrásemos los ojos. Sin embargo, cuando no te dabas cuenta, me gusta observarte a ti; como si fueses mi cielo particular, donde cada rincón de tu cuerpo fuese una galaxia por descubrir. Me gustaba la curvatura de tus rodillas, la longitud de tus dedos jugando con tu cabello o la forma tan singular en la que te reías; pero sobretodo, me gustaba tu rostro al ver el cielo. Que bonita eras, amor mío.
¿Y sabes? Creo que me gustabas porque me brillaban los ojos al nombrarte.